Lo cierto es que no soy muy amigo
de efemérides y cumpleaños. Me producen la misma sensación que las estaciones
de tren, que no sé muy bien porqué, solo me ocurre en las estaciones, me
deslizan a traición una fuerte sensación de nostalgia. Y yo odio la nostalgia,
justamente por lo que significa. El solo momento en el que te atrapa y te
encuentras pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor, creo que es un flaco
favor que le haces a las dos sensaciones que más me gustan: la ilusión y el
optimismo. Con esas sí que me siento cómodo.
Igual que cuando me dispongo a arrancar mi moto para un largo viaje, o
una pequeña vuelta de fin de semana, igual que cuando me abrocho el cinturón en
un avión, o cuando en un rodaje el ayudante de dirección canta la frase
"Silencio, vamos a rodar". Lo importante es el viaje, más aun, la
expectativa del viaje. Ilusión, optimismo, y ese cosquilleo en el estomago que produce
la química del sistema nervioso.
Es la misma sensación que siento
al comenzar un proyecto. Es más, no comienzo nunca nada que no me produzca esa
sensación. Es norma de la casa.
Pero es imposible resistir la
presión. He tenido durante todo lo que va de año a mi socio, y a pesar de todo
amigo, Iñaki, recordándome que este año hacemos la quince edición del Festival
de Cine de Pamplona – Iruñeko Zinemaldia. Iñaki sí es de mirar atrás, sí es de
atesorar lo realizado, sí recuerda fechas y aniversarios. A él y a su memoria
les debemos, entre otras muchas cosas, los homenajes que cada año los lápices
de Kukuxumusu dibujan en el cartel. Iñaki sí se encuentra cómodo en ese
espacio, como se encuentra cómodo viendo y revisando una y otra vez sus iconos
del cine clásico. Por el contrario, yo, insisto, soy más de mirar hacia el
horizonte.
Tal vez sea por esto, tal vez sea
porque elijamos distintos encuadres para ver nuestra realidad que hayamos sido
capaces de salvar estos años de convivencia laboral y de proyecto con un saldo
ciertamente bajo, no ya en broncas o discusiones, sino siquiera en diferencias
de opinión… Toc, toc, la nostalgia comienza a llamar a mi puerta, y me veo
entrando en la estación de tren, quince años mas mayor y, lo que es peor,
intentando recuperar la ilusión con la que comenzáramos ‘los Iñakis’ (lo que
hoy es un dúo, antes fue un trío) y yo mismo, la aventura del Festival de Cine
de Pamplona.
No me encuentro cómodo en esta
estación.
Aun así, entiendo las razones que
esgrime Iñaki para recordar, y durante estos meses de preparación del Festival
que nos ocupa, del quince, nos hemos perdido en la memoria de nuestras
vivencias, que por cierto han sido muchas, llegando a sorprendernos de la
cantidad de cosas que hemos hecho, la cantidad de neuronas que hemos puesto a
trabajar, la gente que hemos conocido, tratado y llegado a preciar hasta
conformar auténticas y buenas amistades, la cantidad de voluntarios que han
colaborado desinteresadamente aportando su tiempo y su buena disposición, la
gente que ha formado plantilla de la productora Navarra de Cine y que ha
trabajado duro, muy duro para que año tras año el evento fuese primero tomando
forma y luego creciendo… Los patrocinadores, que han sido muchos, muchísimos, y
que cada uno en la medida de sus posibilidades ha contribuido a reforzar el
Festival. Las películas, algunas, inolvidables, todavía vivas en nuestra
retina, y que han sido el autentico motor del evento, sus autores y
productores, los actores, algunos de ellos ya desaparecidos como Mariví Bilbao
o Alex Angulo, que nos acompañaron y que con su imagen también contribuyeron a
hacer el Festival un poquito más conocido. Los colegios de Pamplona y Navarra,
y los profesores, que año tras año han aceptado y valorado nuestra propuesta
Educactif en el intento de que las nuevas generaciones aprecien las bondades de
ver una película en proyección. Miles y miles de alumnos, algunos de ellos
atrapados hoy como nosotros por el gusano del cine y que también sienten ese
cosquilleo en el estómago como yo, y que se lanzan a rodar cortos, Corticos,
con la ilusión, con el horizonte de que sean proyectados dentro del Festival y
de otros festivales.
Claro que sí, muchas vivencias,
pero no todas tan positivas, Iñaki. Durante estos quince años hemos vivido los
ahora llamados años de la opulencia, si bien a nosotros la opulencia no nos
tocó ni de lejos. En esa época el Festival sobrevivió esos años a base de hacer
muy bien sus números. No voy a negar que resultaba relativamente sencillo tener
patrocinio, ojo, siempre hubo que trabajárselo, y tener un producto que el
patrocinador, sobre todo el privado, apreciara lo suficiente como para unir su
marca a la del Festival.
El dinero público también llegó
en esa época, siempre escaso, siempre receloso, a pesar de que nos esmeramos
año tras año en ser comedidos, correctos, no significados ideológicamente, lo
que en nuestro negocio se dice "Apto para todos los públicos". Y se
hicieron cuidadosamente los deberes, y las solicitudes y las justificaciones de
las ayudas concedidas, pero no podemos decir que se nos apoyara en exceso,
siempre lo justo para decir que se estaba, siempre sí pero no. Y algún año, ni
eso.
Luego vino la debacle.
Términos como la ‘Prima de
Riesgo’, ‘Ajustes’, ‘Recortes’ o ‘Macroeconomía’ se instalaron en nuestras vidas
y entonces pasamos a ser directamente titiriteros, apestados y culpables del
mal uso de las subvenciones, vividores del cuento, hasta perroflautas. Gente
del cine. Mala cosa. Y lo peor, en ese momento todo pasó a medirse en términos
de rentabilidad económica, incluida la cultura, y poco a poco ese mensaje ha
ido calando en la sociedad y lo nuestro, lo que nosotros hacemos con los
chavales, con los nuevos realizadores, por y para la inclusión de públicos, con
nuestra oferta de cine distinto, alternativo dirigida a un público que
respetamos por inteligente, ha pasado a tener menos valor si cabe.
Por un lado, las cuentas de
resultados de las empresas se han desmoronado; luego, ya no resulta tan fácil
conseguir patrocinio. Tengo amigos, que lo son, cuya amistad se ha fraguado en
nuestros años de relación entre patrocinador y patrocinado, que muy a su pesar
no pueden apoyarnos en nuestra pequeña cruzada estando envueltos ellos en sus
propias batallas.
Por otro lado, la administración
monta y desmonta entidades como la Fundación INAAC que se suponía nacida para
defender los intereses de la inexistente industria del cine y el audiovisual en
Navarra. Y, por otro lado, quita convenios nominativos arrojando los proyectos
a convocatorias dispares donde se decide sobre si apoyar económicamente una
reunión de encajeras de bolillos, un festival de cine o un concierto de la
Sinfónica. Criterio. Y para rizar el rizo, retrasa en el tiempo las
convocatorias de esas exiguas ayudas obligándonos a quienes montamos este y
otros acontecimientos culturales a asumir el riesgo de gastar lo que no sabemos
si acabaremos por recibir. Más difícil todavía. Me estoy enfadando Iñaki, y he
empezado por decir que no quería mirar hacia atrás, que no quería tener que
reconocer que cualquier tiempo pasado fue mejor. Lo cierto es que lo fue.
En algún momento soñamos, nos
ilusionamos y vimos en el horizonte un Festival de Cine para la ciudad y tengo
la sensación de que lo rozamos con la punta de los dedos.
Hoy el título nos viene grande.
Despojado el Festival por mor de la ausencia de recursos, de todo aquello que
le imprimía su carácter de fiesta del cine, sin invitados relevantes, más aun
sin invitados, sin premios en metálico, sin entrega de premios, sin ningún tipo
de celebración ni alfombra, reconvertidos en una muestra de cine, salvando
únicamente lo mollar, las sesiones de proyección y las distintas secciones, nos
encontramos tú y yo en esta estación de tren mirando fijamente los raíles por
donde hemos llegado hasta aquí. No estamos solos, cierto, otros más jóvenes nos
acompañan, sangre nueva… a ellos, y a todos los que durante estos quince años
nos han apoyado, gracias, gracias por vuestro esfuerzo y por creer en el
proyecto. De todo este viaje es la parte más gratificante.
Dimas Lasterra
(Director del Festival de Cine de Pamplona)
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